lunes, 14 de diciembre de 2009

Un encuentro anecdótico en mi camino

“Un clavo más en mi ataúd”
[le escuché un día decir a Juan Pablo Schlösser]

Y pensé: “La vida ha sido para mí mucho más
que la construcción de un ataúd
en el cual llegar a descansar en un cementerio.
Uno viviendo al lado del otro, sin comunicación,
aislado en su condición de muerto en vida”.

UN ENCUENTRO ANECDÓTICO
EN MI CAMINO

Motivado por el costo de una medicina, me decidí a recurrir al Municipio de La Granja para conseguir la pensión de vejez, que me corresponde sobre los 65 años, y que la enfermedad me ha obligado a reconocerlos.
Fui entrevistado en mi comunidad. A la pregunta de si era yo el dueño de la casa, dije que era de la Congregación… … Apunte de la amable y comprensiva entrevistadora: “ALLEGADO”.
Cuando notó la casa tan solitaria ya que los demás andaban en clases o servicios pastorales, agregó: … … “ANCIANO ABANDONADO”.

Y fue suficiente para despertar el interés y la conmiseración de los nuevos planes del Gobierno para con todos los que desde pequeños o grandes necesitan estar más acompañados en su vida.
A los pocos días, encontré por debajo de la puerta de casa, mientras andaba en reuniones parroquiales y visitando otros enfermos, un FOLLETO que decía VÍNCULOS – Gob. de Chile – invitándome a entrar en un plan de acompañamiento de ANCIANOS ABANDONADOS-ALLEGADOS, consistente en recibir dos veces al mes en mi casa una VISITA para acompañarme algo en mi soledad, y una vez al mes a participar en un ENCUENTRO entre ancianos de igual condición.

Agregado a mano, había un nombre y un celular y una solicitud de entrevista en medio de mis múltiples quehaceres.
Habiéndola acordado, fui en verdad yo el entrevistador y ella prontamente se confesó conmigo: en verdad ya había captado que era sacerdote, que vínculos NO me faltaban, y que la verdad era que ella quería pedirme que yo la acompañara en sus entrevistas en el Plan VINCULOS para los ancianos del mi sector parroquial.
Sólo me quedó agradecerle la oportunidad que a través de ella el Señor me regalaba de poder cumplir con uno de los desafíos propios de una iglesia que quiere llevar la cercanía del Señor precisamente a los más abandonados.
Quedamos así ‘vinculados’ en esta nueva ‘misión’ social-pastoral… y amigos.

No puedo dejar de recordar mi experiencia de estos casi 50 años de vida religiosa, desde que hice mis primeros votos de ‘castidad en el celibato’.
Al hacerlos no tenía claro que, renunciar a formar una familia con hijos propios sin renunciar al amor, no impedía sino al contrario, establecer una FAMILIA GRANDE conformada por todos aquellos a quienes huérfanos de una familia propia, buscaban un papá, padrino o hermano, en alguien que sin renunciar al amor, estuviera aún más disponible para entregarlo a todos los huérfanos de él.

Mis 43 ahijados (tres de los cuales me acompañan desde el cielo), 24 hijos/as adoptivos (‘pasados por la libreta’, ya copada), y más de un centenar de hermanos que la vida me ha ido regalando, dan fe de lo que digo.

Sólo me resta tratar de saldar en alguna porción aunque sea mínima, la cantidad inmensa e inmerecida del amor que el Señor me ha regalado a través de tantas personas que ha ido cruzando en mi camino, con quienes se han establecido VÍNCULOS que aunque yo haya desconectado a lo largo de los años y a causa de las distancias, ellos no han cortado nunca y siguen súper vivos, despertando con fuerza increíble proporcionada sólo a la densidad y avance de mi actual enfermedad.

Renunciar a una esposa e hijos, sin renunciar a amar, es abrir puertas a una familia inesperada y hermosa, adelanto del Reino, donde ya no habrá ni esposo, ni esposa, ni viudos… ni religiosos, ni curas… sino todos célibes, hermanos.

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