viernes, 11 de diciembre de 2009

A mis hermanos y hermanas de Ruta, desde el Hospital UC, 11-12-2009:

Temprano desperté hoy, como para tener tiempo de revisar mi bolso preparado anoche, y para celebrar la Misa con mis tres hermanos de comunidad religiosa, los que estamos quedando luego de que los jóvenes ya han ido terminando sus estudios en la UC, y regresando a su países de origen al encuentro con sus familias en estas fiestas de Navidad y Año Nuevo que ya están ‘ad portas’, ‘a las puertas’.


‘A las puertas’, es la sensación que día a día se me hace más presente no sólo pensando en el ‘recuerdo del nacimiento del Salvador hace ya 2000 años en Belén’.

‘A las puertas’, es la verdad que va tomando cuerpo en mi mente y corazón día a día, al ir experimentando con índices objetivos de exámenes médicos y con sensaciones claras en mi cuerpo, el avance ahora más rápido de mi compañero inseparable, mi Ca.


Luego de subir a uno de los 5 transantiago que juntos pasaron por mi paradero vecinal, pude estar con ¾ de hora de anticipación a la hora citada en el ‘buró’ de admisión del Hospital Clínico de la UC. Y menos mal, porque la burocracia al parecer inevitable’, me detuvo allí por 1 hora, y sólo me liberó gracias a que me moví personalmente para que recibieran las certificaciones y me permitieran subir al 4º piso donde me esperaban la Enfermera Jefe del Doc. Álvarez, mi oncólogo, y él mismo.


A la recomendación recibida en el ‘buró de admisión’ de “tener paciencia”, debí explicarles que “paciencia no es sentarse a esperar al borde del camino; sino caminar en paz a pesar de las dificultades, pero sin sentarse a esperar que la vida pase… y que las soluciones nos caigan del cielo. Y hacerlo usando la inteligencia y las manos que Dios nos ha dado”.
Tal vez hayan sido los caminos de Dios para hablar de la ‘verdadera esperanza y de nuestro modo de vivirla en esta Navidad’


Tan pronto logré llegar, y antes de entrar en la cama 1 de la 401, ya las enfermeras me habían preparado para el examen scanner, sacado la sangre para constatar actualizadamente el índice de Ca en mi organismo y comprobado mi peso en descenso lento pero progresivo.

El doctor me visitó con palabras tranquilas pero claras, señalando que había algún avance significativo del Ca, y que haríamos un set de exámenes para determinarlo y proveer al mejor tratamiento a seguir.

Y ya llegaron los camilleros y en minutos ya estaba entrando en la máquina del scanner y sin darme cuenta, de regreso a mi cama 1 de la 401 UC.

Ahora, comiendo papillas y, como los japoneses, de a poquito y ocho veces en el día, espero más tarde la nueva visita de mi doctor amigo, para enterarme de los resultados de los exámenes y del camino a seguir a partir de hoy.

Muchas cosas posibles pasan por mi cabeza, pero hay una que se mantiene firme inamovible en mi corazón: mi voto de obediencia como religioso de los SSCC, ahora más claramente vivido como ‘disponibilidad radical sin condicionamiento alguno a la voluntad del Señor’, a quien le `pertenece toda mi vida desde el seno materno’. También para servir en las misiones en que me ha encomendado colaborarle a Él y a Su Iglesia a lo largo de mis 67 años de bautizado y casi 42 años de sacerdocio y 50 de vida religiosa.

Sigo con ánimo (y una suficiente cuota de inconsciencia) disponible a estar ‘donde Él quiera, haciendo lo que Él quiera y hasta cuando Él quiera’.

Y sería mentiroso si no lo confesara: gozando mucho de los servicios que estoy pudiendo prestar en la Parroquia de San Pedro y San Pablo, junto al Padre Esteban y a tantos hermanos y hermanas de dentro y fuera de ella, comenzando por mi propio hermano Arnoldo y su Comunidad Q; viviendo, trabajando, soñando despierto, descansando y durmiendo en la misma pieza en donde el Tata Esteban vivió sus últimos años de vida hasta su pascua hermosa.

Él, junto a Jesús, “en quien siempre tuvo fijos sus ojos” y a María, me acompaña.
Y con Él tres de mis ahijados que así me lo prometieron antes de partir.
Y con ellos allá y aquí en la tierra, un número innombrable de hermanos y hermanas que me acompañan con su cariño, preocupación y oración a toda hora, entre los cuales sería injusto no reconocer a mis sobrinos y a mi familia grande de 'hijos, ahijados y hermanos' que el Señor me ha regalado a lo largo de ya 41 años de ministerio sacerdotal.

A ellos tengo que agregar a los muchos ‘colegas en el Ca’ que me han pedido acompañarles este año en su camino de cruz y muerte, con quienes hemos sellado el compromiso: ‘el que llega primero, le ayuda a su compañero’. Cuento ahora yo con su compañía.

Unos días atrás me confidenciaba una de ellos: ‘No le tengo miedo a la muerte… pero sí a los dolores en el camino hacia ella’.
Compartiendo con ella ese temor, sin embargo debo reconocer que no lo es tanto en mi caso, porque:
1. sé de los adelantos de la medicina -gracias a Dios -,
2. sé que Jesús que se dejó ayudar por un Cirineo, es ahora nuestra Cirineo fiel,
3. y sé que ‘no hay dolor inútil’, que no deje un peso de vida y sabiduría para vivir y compartir con otros, o lo que es lo mismo dicho en palabras desde el Evangelio: ‘que la cruz no termina negra en un Viernes Santo; sino verde primavera, florida en la esperanza, y RENACIDA a la VIDA en un Domingo de Resurrección’

Y ahora a seguir esperando no sólo los resultados de los exámenes (acaba de pasar mi doctor y me ha dicho que tiene las placas; pero no aún el informe del especialista,... tal vez mañana) ; sino al Señor que viene sobre todo para mí, cada día más cerca, especialmente en esta Navidad.

Y esperarlo no sentado ante un ‘buró’; sino pedaleando mi bicicleta como el Tata Esteban yendo yo también con iniciativa y fidelidad, al encuentro de Él, que viene en cada hermano o grupo que me necesite aún en algún servicio a mi alcance.

Seguimos caminando, cada día más cerca de la Meta, del ‘Kairòs’ (La Hora) del encuentro definitivo con Jesús mi Amigo siempre fiel, y con el Padre ‘todo misericordioso’, en el Espíritu de fortaleza, de Amor y de Paz que ya me acompaña.

Gracias a Dios en cada uno de ustedes, el camino que me queda, sea corto o largo, con dolor o sin él, podré seguir viviéndolo con ánimo, alegría y paz.

SIMPLEMENTE “GRACIAS A LA VIDA”,
aquí y más allá.

3 comentarios:

Gabriel Bunster dijo...

Te saludo hermano Miguel en tus pasos sabios y generosos, a la distancia. Te acompaño con emoción y agradezco a Dios que dispongas de este medio para llegar a muchos que sospecho de leen sin atreverse o sin saber como dejarte una nota, una seña.
Un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Miguel

Cuánto te quiero.
El tener el privilegio de compartir contigo distintos momentos durante nuestras vidas ha sido un tremendo regalo. Esta vida nos ha dado mucho,hay que caminar y simplemente "Gracias a la Vida"

Anónimo dijo...

Preciosas sus palabras....emocionantes!!!! y solo agradecerle el compartir sus sentimientos con nosotros!!. Desde aca ..el lugar donde me tocó vivir esta vida le mando un gran abrazo y le deseo lo mejor en este paso a LA VIDA!! junto al Señor!!
Maruja