lunes, 31 de agosto de 2009

NO HAY DOLOR INÚTIL ...

QUERIDO JOVEN HERMANO:

Aunque hay 50 años de edad que nos distancian, sin embargo hace ya un par de años que el Señor quiso hacernos encontrar en una relación de hermanos: tú me elegiste para ser tu hermano mayor, y yo acepté adoptarte como mi menor; relación que aprendí entre los quechuas y aimaras, entre los cuales simplemente llaman “mi mayor” al hermano que asume la responsabilidad de hacer presente para su familia al papá largamente ausente, por estar en un trabajo lejano mas adentro en la selva o muy arriba en las minas; o simplemente porque ya no estará más en casa.
Fue Jesús, sin duda, Quien quiso compartir conmigo y para ti, la hermosa misión de ser tu “mayor”, y acercarte al Dios Padre, que siempre te amó y que te quiere muy cerca de su corazón de papá.

No pasaron sino algunos meses en que el Señor quiso que ambos, como hermanos cercanos, por distintos motivos compartiéramos en algo el camino de la cruz de Jesús nuestro “mayor” común. Fue así como ambos debimos experimentar el dolor, difícil de expresar y comprender para quien no lo ha vivido, de tener que ‘partir’ dejando en el pueblo en el cual habíamos crecido, a tantos que fueron de verdad amigos y hermanos, con quienes compartimos buenos y a veces malos pasos, caminos de luz y de sombras, pero siempre plenos de esperanzas.
Mi partida fue debida a una inesperada enfermedad.
La tuya, fue luego de una larga y difícil decisión de tus papás, pensando en tu presente y tu futuro, necesitado de un cambio que aunque duro, te permitiría un futuro más seguro.
El celular fue a partir de ese momento, el canal de comunicación que nos ha permitido mantener este contacto que el Señor quiso iniciar previamente entre nosotros.

Transcurridos apenas 11 meses desde nuestro distanciamiento físico, tú más al sur y yo en la Capital, el Señor nos ha invitado a compartir más profundamente su vida: su camino y su misión.
Nos lo había advertido con sinceridad, como Él sabe siempre hacerlo: “el que quiera ser mi discípulo, tiene que tomar su cruz y seguirme”.

Un día 5 de Octubre encomendó a los médicos de la Católica, informarme con toda verdad, que yo padecía de un cáncer pancreático terminal, con una supervivencia previsible de sólo tres meses. Y que mi anhelo de poder regresar a La Unión, debía dejarlo en el cajón de los recuerdos, ya que cualquier tratamiento me obligaba a permanecer en Santiago.
Sólo me quedaba orar al Señor que me permitiera llevar este tiempo sin mucho dolor físico y con buen ánimo confiando que en Su misericordia me acogería en su casa y que Él seguiría cuidando de mis seres queridos y de mis sueños inconclusos en este paso por esta etapa de mi vida en La Unión.

Ahora, hace sólo tres días, he sabido que a ti también el Señor te ha incorporado entre sus más cercanos, compartiendo también la cruz de la enfermedad y del dolor.
Aunque en tu caso no se trata de una enfermedad terminal, sin embargo sí que lo es muy dolorosa y podría incluso llegar a tener consecuencias limitantes para la vida que recién inicias, un adolescente abriendo tu mirada a la juventud.

¿Qué pensar? ¿Cómo reaccionar ante el dolor, ante las cruces con que nos carga la vida?

Una vez más, la sabiduría de nuestro pueblo, con sus dichos a menudo enriquecidos desde la fe en el Evangelio de Jesús, viene en nuestro auxilio: “no hay mal que por bien no venga”, “no hay dolor inútil”… y “la Semana Santa no termina el Viernes de Pasión, sino el Domingo de Resurrección”

Un niño que se ha criado y crecido físicamente entre algodones y cojines, siempre en brazos de su mamá y/o papá, no puede crecer físicamente y menos interiormente, y por tanto nunca alcanzará la madurez.
No son los éxitos los que nos obligan a corregirnos y progresar; sino los fracasos los que nos ayudan a crecer y madurar como personas integrales, no sólo por fuera; sino desde dentro, desde el centro de nuestra vida, desde el corazón… nos decía recientemente el entrenador Bielsa.
Es mi propia experiencia, confirmada personalmente, y en las historias de tantos amigos compartidas a lo largo de los años que el Señor me ha regalado.
Como tu “mayor” te lo aseguro.

Pero hay al menos tres condiciones, para que esto sea posible, para que el dolor sea fuente de Vida Nueva para ti y a través tuyo para otros que el Señor vaya poniendo cerca de ti.
La primera: que como Jesús aceptes ser ayudado a cargar tu cruz por un Cirineo. Y ese Cirineo para nosotros no es otro que el mismo Jesús. Él se dejó ayudar, ahora el debe ayudarnos.
La segunda: que abramos nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón, para no tropezar dos veces en la misma piedra que nos hizo caer y aprender inteligentemente de esa experiencia de modo que desde nuestro interior brote animoso un nuevo amanecer, realmente distinto de la noche que nos hizo tropezar.
La tercera: aceptar que el Señor Jesús, nuestro “Mayor”, quiere caminar cada día con nosotros, en medio de otros hermanos, entre los cuales tu aceptas caminar, y con ellos apoyarse mutuamente.
Si recibimos así el dolor y la enfermedad, si asumimos así nuestra debilidad, nuestra difícil verdad, sólo entonces podremos experimentar profundamente el nacer a una nueva manera de vivir, de ver la vida con ojos diferentes, con su verdad: sus penas y alegrías, sus sueños y frustraciones, la salud, la enfermedad y también la muerte.
Si asumimos con humildad el que nuestra vida es un regalo diario del Señor, que no termina nunca; sino que continúa y se perfecciona más allá de este mundo, … y si esto lo vivimos con la paz y la alegría de quien se sabe en manos de un papá que es Dios, … …
sólo entonces nuestra alegría crecerá aún mas al constatar que otros, viéndonos así enfrentar la vida, han podido reconocer también en nosotros a ese Dios Papá que ellos nunca habían conocido, y que a través de nosotros ha querido acercarse a ellos para regalarles su amor y su paz del corazón, por encima de todos sus problemas, sufrimientos o desesperanzas.

Con humildad lo digo: creo que ha sido en parte al menos tu propia experiencia al encontrarte conmigo y acompañarme en mi situación actual.
Con esperanza lo digo: creo que tú has sido también llamado desde tu experiencia y situación actual, a ser ese “mayor” para tus amigos: los de ahora en el sur y los de antes en La Unión.

Permíteme alegrarme ahora contigo de no sólo ser “tu mayor”; sino de que tú puedas ser “su mayor” para tantos amigos que el Señor te ha ido confiando y te seguirá confiando a lo largo de los años que Él mismo te regale.
Permíteme contigo unirme para darle las gracias al Señor por poder compartir con Él Su Cruz, y clavado a ella con Él, identificarnos mas con Él, traspasadas nuestras manos sobre Sus manos, nuestros pies sobre Sus pies, nuestro corazón sobre Su Corazón.

Y desde el dolor, que aún muriendo se olvida de sí mismo para ocuparse de su Madre y de su amigo Juan, … … por ser testigos para todo el mundo de tener un Padre de los Cielos, en cuyas manos con JESÚS, siempre podemos poner con confianza, fe y esperanza nuestra vida entera:
“Padre, si es posible que pase de mí este cáliz de dolor, …
pero que no se haga mi voluntad sino la tuya…”

Recibe mi cariño crecido día a día desde el dolor, hecho sonrisa y amanecer de esperanza cada día, desde la fe recibida y compartida contigo y los tuyos.

Confío en ti, como el Señor confía en nosotros. Él es nuestra fortaleza.
Espero tus noticias.
Tu hermano “mayor”.
MIGUEL ESTEBAN sscc

domingo, 2 de agosto de 2009

Entrando ya en AGOSTO

QUERIDOS AMIGOS, hermanos, ahijados, ‘hijos/as’, …

Entrando ya en este mes de AGOSTO 2009, no puedo dejar de recordar a mis mayores cuando decían: ‘si paso Agosto…’, y de manera especial a mi abuelita Lala, partiendo el 13 de un mes como éste, luego de habernos hecho rezar cada año el mes de María frente a su imagen adornada sobre la cómoda de su pieza, incluido mi papá, antes de ir a jugar la diaria ‘brisca’ con él.

Este miércoles 5 estaré ya cumpliendo 10 meses desde que los médicos me diagnosticaron un cáncer terminal y una sobrevida de apenas 3 meses.
Y como la ‘mala yerba nunca muere’ y gracias a los ‘santos en la corte’ (p. Esteban sscc y mis ahijados Mauricio, Daniel y Ricardito), seguimos con bastante buena salud pudiendo aún servir pastoralmente, aunque ya no en el ‘sure’ que a tantos nos conquista con su sonrisa de sol entre las nubes y la lluvia.

Precisamente este 5, si Dios me lo permite, estaré viajando a esas tierras para acompañar a mi hermano sscc Javier, en su ordenación diaconal, y para agradecer a tantos hermanos y hermanas de La Unión que me han seguido fielmente con su cariño y recuerdo en la oración.

Digo agradecer y no despedirme.

1º porque no quiero dejar la posibilidad de que el Señor me permita, una vez cumplida la misión que ahora me ha encomendado en esta capital, volver como el ‘hijo pródigo a la casa paterna’.
2º porque no creo que el Señor me vaya a llamar tan pronto junto a Él en la Casa del Padre. Me falta todavía mucho camino para poder escucharle: ‘siervo fiel y prudente… entra en el descanso de tu Señor’… aunque confío plenamente, como me lo enseñó antes de vivir su pascua Fernando de Manzanar, que la misericordia del Señor está lejos por encima de nuestros méritos… (sabiendo que mientras más años, más pecados acumulamos…)

Sin embargo, tengo la impresión bastante cierta de que los días y semanas no pasan en vano… y que el cáncer no se olvida de que él tiene un proceso que la medicina aún no sabe detener.
Sólo le ruego al Señor - como ese día del Sacramento de la Unción de los Enfermos en el Memorial del Padre Esteban sscc – que me acompañe en el tiempo que anteceda a mi partida aliviándome los dolores inevitables, o bien dándome la salud necesaria para ser útil pastoralmente “en donde Él quiera, haciendo lo que Él quiera, y hasta cuando quiera”.

También que el mismo Señor les ayude a todos ustedes conmigo, a mantener viva la fe en una vida que continúa eternamente, y a considerarnos privilegiados por vivir ‘más pronto que tarde’, el regalo inmerecido del ENCUENTRO DEFINITIVO con el SEÑOR.

Y que en esa convicción y segura esperanza, podamos seguir unidos todavía aquí, aunque sea en lugares distantes, sirviendo a nuestra Iglesia en su Misión de restaurar el REINO de DIOS, ya hoy en nuestra realidad y sector pastoral.

Así lo quiera el Señor,
que nos hizo Sus colaboradores
en los caminos de la vida.


MIGUEL ESTEBAN sscc.

Desde la ventana

Desde la ventana de mi pieza en este retiro provincial en Padre Hurtado, (¿el último antes de mi partida?) me he detenido a observar el hermoso parque soleado que nos rodea, con sus prados verdes, palmeras y araucarias, y sus pájaros criando a sus pequeños y cantando entre sus ramas.

Aún puedo descender a pasearme por sus prados y hacerme eco de los cantos de sus aves entre las ramas de sus árboles, y dar gracias a Dios por poder tener aún los sentidos abiertos para percibir tanta belleza y un corazón grande para saborear la hermosura de la vida, a pesar del smog y la basura que nos amenazan cada día desde la gran ciudad.

Aún puedo descender y caminar por en medio de tanta belleza.

Pronto llegará, sólo Tú lo sabes, el momento en que podré sólo contemplarlo desde mi ventana,
Y, cuando sólo podré guardar su recuerdo en el fondo de mis ojos y mi corazón.

Será aquel el momento, en que aún NO podré levantarme para ir al encuentro de la Vida Plena paseándome libremente en medio del Parque que me espera más allá, sin duda más hermoso que este su sacramento en el parque frente a mi ventana.

¿Estaré preparado para cruzar ese inevitable momento de desierto, donde la vida pareciera haber muerto y su hermosura destruida?
¿Podré, al irse cerrando mis ojos y dejando de latir mi corazón, mantener viva la certeza en que la vida de este parque no ha muerto, sino sólo está enterrada, escondida en mi tierra desierta, abriéndose a un nuevo despertar tan maravilloso como imprevisible?
¿Podré repetir para mí ahora lo que dijera a Rodrigo en el hospital de la UC en el momento de su partida: ‘ya nos encontraremos nuevamente en un lugar más hermoso’?

Señor, dame la gracia hoy y aquí, en este parque maravilloso que Tú nos has regalado como campamento en tránsito, de tener ojos abiertos y corazón grande para percibir, gustar y agradecer las maravillas de Tu Vida en medio nuestro, en mí y por mí, aunque a pesar de mí.

Que en el momento de partir, cuando todo oscurezca alrededor y dentro de mí, sin olvidar este Sacramento de Tu Reino - en el cual me has regalado vivir - , pueda adelantarme en la Fe y la Esperanza seguras, a pregustar ya de ese parque maravilloso y ciudad definitiva en los cuales en Tu Amor nos has invitado a vivir eternamente contigo Amigo Fiel, junto a Tu Padre, y unidos en el mismo Espíritu.


Que pueda con quienes me acompañen en ese momento,
decir Amén
y cantar Aleluya.


GRACIAS desde ya SEÑOR, por Tu paciencia en este tiempo de gracia.
GRACIAS por poder confiar mi próxima pascua a Tu misericordia conmigo.
GRACIAS porque sé que fortalecerás en su Fe también a quienes me quieren.
GRACIAS por Esteban y quienes ya me acompañan desde el Parque definitivo.
GRACIAS por Tu Muerte y Tu Resurrección que iluminan mi vida y mi muerte.


AMÉN.


MIGUEL ESTEBAN sscc.
Padre Hurtado, 16-07-09.