lunes, 8 de junio de 2009

ALZANDO BARRERAS

ALZANDO BARRERAS

Son ya casi las 4 de la tarde.
Una BARRERA se interpone a mi avance.
Miro por si hubiese algún lugar por donde pasar al estacionamiento de la Catedral, poder dejar mi moto y participar en la Misa de Envío de los jóvenes.
Es inútil. Todo está bien bloqueado.

Alguien me alcanza en ese momento caminando...
y se me adelanta, para ALZAR la BARRERA
que me impedía avanzar al encuentro con los jóvenes.
Es Don Antonio, nuestro Pastor... “Adelante”, me dice.

Un tanto sorprendido avanzo, y junto con él nos incorporamos a la asamblea de jóvenes congregados para “celebrar la partida” y “recibir el envío de la Iglesia Diocesana”, yendo al Encuentro con Jesús y con sus otros hermanos jóvenes provenientes de todo el continente.

La fiesta está comenzando ya aquí en casa, no sin antes celebrar el reencuentro de muchos de los jóvenes allí congregados con el Amigo siempre fiel, que desde tiempo estaba aguardando poder volver a compartir la amistad de ellos, volviendo a plantar Su tienda en su corazón.

“Si voy al encuentro del Señor y de otros jóvenes, debo hacerlo con el corazón limpio” me manifiesta uno de ellos; ... mientras otro me confiesa: “me había alejado de la comunidad... a causa de los amigos, Ud. sabe”, aceptando de inmediato el desafío de asumir la responsabilidad de ir invitando precisamente a esos amigos que lo habían alejado, para incorporarse también ellos en ‘el grupo de los amigos de Jesús’.
“Es tu misión ahora. Por algo sería que el Señor permitió que los encontraras”, le recuerdo.

El ENVÍO ya ha tenido lugar de parte del Pastor. Y es él mismo, quién acompañado de nosotros los sacerdotes, sale al atrio de la Catedral frente a la plaza, para bendecir la fiesta de canciones, palmas y bailes juveniles que testimonia ante la ciudad la Buena Noticia que “el Señor camina con los jóvenes, también hoy”.

Más tarde, mientras regreso a mi comunidad, releo en mi corazón, la Palabra que el Señor me ha querido dirigir esta tarde, desde el borde del camino al andar de la moto.

Y brota, bajo la luz del sol poniente que presagia un hermoso amanecer, mi acción de gracias alegre, una petición de perdón, y mi oración esperanzada al Señor Amigo de los jóvenes, que desde ellos quiere seguir animando hoy nuestra Iglesia y su Misión.

GRACIAS, por los Pastores que saben caminar a pié y adelantarse a SERVIR levantando la barrera del estacionamiento, para que un hermano menor avance en su moto.

GRACIAS, por los Pastores y Formadores que saben levantar las BARRERAS que tratan de impedir a sus sacerdotes y seminaristas ir al encuentro de los jóvenes, y a los jóvenes acercarse a ellos.

PERDÓN por las veces que como Iglesia hemos puesto barreras al encuentro con los jóvenes, que nos esperan como testigos para ellos, del auténtico Rostro de Jesús.

GRACIAS por esos jóvenes que desde dentro y desde fuera de nuestra Iglesia diocesana, aseguran la presencia del Señor siempre joven en medio de su pueblo.

GRACIAS porque ellos despiertan en nosotros los mayores la vitalidad, la alegría y la libertad de espíritu características de ese ‘amor primero’, que nos conquistó en nuestra primera juventud.


SEÑOR de la VIDA, mantén la asistencia de tu Espíritu sobre nuestros Pastores, sobre nosotros sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, y sobre todos nuestros hermanos laicos agentes pastorales de nuestra iglesia diocesana, para seguir ALZANDO las BARRERAS que nos cierran el camino o nos dificultan el paso al encuentro con los jóvenes, en quienes Tú quieres hacerte presente en medio de nuestra Iglesia diocesana.

SEÑOR eternamente JOVEN, anímanos a todos a ser con ellos ‘en medio de la plazas’: “testigos de la FE sólo en JESÚS, mensajeros del AMOR y profetas de ESPERANZA”.

SEÑOR, Buen Pastor, continúa asistiendo a nuestros Pastores, para vivir el gozo de ser los animadores de una Iglesia que no sólo le abre sus puertas a los jóvenes y en ellos a Cristo; sino que sale ella misma al encuentro de ellos, allí donde sólo el buen Pastor y quienes comparten su corazón, saben ir a buscar y encontrar la oveja perdida.

SEÑOR, Peregrino de Emaús, danos a todos tu Espíritu Resucitado, para no encerrar temerosos a estos jóvenes en esta iglesia que les acoge; sino para compartir con ellos nuestra vocación siempre misionera: Que agradecidos de la experiencia vivida asuman ellos al término de este Encuentro Continental, la misión de reanimar a sus hermanos jóvenes que han perdido el camino y la esperanza, porque aún no se han encontrado con su Amigo Jesús.

GRACIAS SEÑOR, porque en los sencillos acontecimientos del camino de cada día, TU reanimas nuestra ESPERANZA, y fortaleces nuestra FE en TI y en TU IGLESIA.


Concepción, 04 Octubre 1998. –