viernes, 6 de febrero de 2009

UN NIÑO SE ME ACERCÓ, AQUELLA TARDE....

La imprevista suspensión de una reunión de papás y mamás de la catequesis familiar, me permitía volver a casa más temprano, cuando aún la luz del sol poniente iluminaba las calles a mi paso.

Nada se interponía al avance tranquilo de mi moto. Al cruzar una esquina sin embargo, el casco protector sobre mi cabeza, no pudo impedir que mi mirada se volteara para acoger la figura de un pequeño, apenas aprendiendo a caminar, avanzando por el centro de la calle, dejándose guiar tan sólo por la línea blanca allí pintada.

Mis reflejos operaron espontáneos. La moto, con su intermitentes encendidos, quedó en el cruce bloqueando el camino... mientras yo, cambiando de objetivo, encaminé ahora mis pasos vacilantes al encuentro de quién en medio de una calle solitaria, al caer la tarde, me salía al paso.
Temeroso de asustarlo con mi imagen de astronauta con casco y guantes, sólo atiné a levantar el visor y liberar mi derecha para ofrecerle mi mano. Con la misma confianza con que avanzaba por el medio de la calle, el niño musitando palabras en su lenguaje propio incomprensible para los adultos, pero no para los niños y para quienes tengan un corazón de niños, me dio su mano invitándome a caminar con él.
Sólo atiné, como siempre y sólo sabemos hacer los adultos, a desviarlo de su caminar libre para llevarlo yo hacia la vereda, ciertamente más segura para todos.

Era tan sólo un niño..., dando recién sus primeros pasos, solitario en medio de la calle..., pero con la fuerza suficiente para interponerse a mi paso, e invitarme a hacer un alto en medio de mi camino.
Era tan sólo un niño..., con un llavero en su mano, y una llave inútil para abrir la puerta de una casa perdida... pero no para abrir mi corazón..., y luego el de otros transeúntes que alertados por los intermitentes de mi moto detenida en el cruce supieron también romper la urgencia de sus destinos, para dejarse cuestionar por ‘tan sólo un niño’.

Un vecino, finalmente asumió la tarea de hacerse cargo de la misión de buscar la cerradura de la puerta correspondiente a la llave mantenida en su mano por el niño, que le permitiera reencontrar al menos su casa, y ojalá su propio hogar.

Por mi parte, regresé hasta mi moto detenida con el motor andando en el cruce de las calles ... y al hacer los cambios para en reemprender mi camino, pude comprobar que ese pequeño niño con su llave en una mano y la otra libre para tomar la mía, había hecho él un cambio en mi vida, logrando entreabrir nuevamente la puerta de un corazón que los años, los caminos recorridos por serranías y valles, y una prematura vejez, estaban cerrando sin duda antes de tiempo.

GRACIAS una vez más, SEÑOR Amigo siempre FIEL, porque sin cansarte nunca, nuevamente quisiste salirme al paso en el atardecer de mi día.
Desde un cruce en mi camino, sencillo y sin interponerte, tan sólo como un niño, Tú me llamaste y te acercaste a mí, para hacer renacer ese amor primero que un día, hace ya muchos años, siendo yo mismo tan sólo un niño, Tú sembraste e hiciste crecer en mi corazón.

Danos Señor mantener en nosotros siempre vivo, alegre y refrescante, ese corazón de niño, necesario para poder entrar en sintonía contigo y reconocerte siempre, pero especialmente cuando Tú sabes acercarte a nosotros como niño, desde los niños, de regreso a casa, al caer el sol de nuestra tarde.

MIGUEL ESTEBAN sscc.
[Talcahuano, Chile, 09,30 hrs., día 05 de Noviembre de 1998]

2 comentarios:

Gabriel Bunster dijo...

Bueno, con este relato traes a mi andar el mismo niño que interrumpió el tuyo, con el mismo regalo que traduces en señas de quien nos ama desde el misterio.

Un cordial saludo padre Miguel

Anónimo dijo...

Padre Miguel Estéban, he leído maravillada algunos de sus escritos en el computador de mi hijo Gabriel Bunster. El que más me conmovió es el de su encuentro con el niño pequeñito en mitad de la calle. Es su conclusión sobre el mensaje de Jesús para ud. y para mí: no perder nunca ese corazón de niño que se asombra, que goza con lo pequeño, que se da sin esas defensas con que nos disfrazamos ya de adultos. Pensaba en ese consejo que nos dio Jesús: "Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los Cielos". Ese niño que confía plenamente en su Padre, que se abandona, porque está totalmente seguro que su Padre lo ama y lo ama tal como es... Ese es en el fondo el mensaje que Jesús le dijo a Ud. (y a mí) en lo que escribió. Gracias Padre Miguel Estéban, rezaré por usted, se lo prometo (y Ud. por mí ¿ya?).

Silvia B de Bunster