jueves, 12 de febrero de 2009

HOY-AQUÍ, ... ¿HA CAMBIADO ALGO EN MI?

En la terraza del 9º piso de un edificio en la ribera del Marga-Marga, que 60 años atrás inundara la casa que compartía con papás y hermano, HOY me pregunto: ¿qué ha cambiado en mi vida?
Hace precisamente 4 meses en que los médicos me pidieron optar frente al descubrimiento de un cáncer en el páncreas, inoperable y muy agresivo: a)intervenir para permitir unos 3 a 6 meses llevaderos de sobre vivencia humana, o bien: b)‘jugar a ganador’ iniciando de inmediato una terapia que pudiera en el mejor de los casos retrasar el avance del tumor y el final de mi vida por algunos meses más.
Aconsejado por mi hermano y algunos médicos, cambié la decisión que ya había asumido por la opción primera, y acepté la segunda: ‘jugar a ganador’,
Opté más bien, en dejar mi vida en las manos del Señor de la Vida, confiando en su acompañamiento fiel durante el tiempo que me quisiera dar aun aquí, confiando en la intercesión del padre Esteban sscc, y en la oración de mis hermanos y fieles amigos.
Confiando también que en el momento de mi partida, al decir ‘misión cumplida’, podría contar como siempre con Su misericordia por lo mal hecho, y en que Él, a través de otros continuaría tantos desafíos pastorales pendientes ..., y mejor que yo.

Al cumplirse 4 meses habiendo podido celebrar las fiestas de Año Nuevo 2009, y recibidos los exámenes médicos que señalan no sólo una detención sino un retroceso poco explicable de los índices cancerígenos, a no ser por “tener santos en la corte” como me lo señaló mi médico de cabecera, aquí en este lugar me pregunto: ¿qué ha cambiado en mi vida?

A los pocos días de recibir el diagnóstico terminal, asumí el estar disponible – con la confianza puesta en el Amigo siempre Fiel – para “estar donde ÉL quiera, haciendo lo que ÉL quiera, y hasta cuando ÉL quiera”.
No me ha sido fácil asumir esta disponibilidad en la práctica, al tener que aceptar – viendo llegar a la parroquia en el Sur, las cajas de mi reemplazante – que debía dejar en manos de otro tantos desafíos y personas que habían conquistado mi vida desde el corazón. Que a pesar de mi estado de salud milagroso gracias al cariño y a la oración inesperada de tantos y tantas, de distintos lugares e iglesias cristianas, ... debía seguir ‘con el mazo dando’, con el tratamiento médico ... y necesariamente en la capital.
El robo de mi computador portátil, hace una semana al subir al metro santiaguino, perdiendo con él toda la información administrativa y pastoral de la parroquia del sur, junto a todos los contactos con mi ‘familia grande’: hermanos, ahijados, hijos adoptivos y amigos ... lo he podido percibir como un llamado y un regalo del Señor – nada fácil de recibir – a dejarlo todo en sus manos y en las de quienes Él quiera confiar no sólo mi trabajo, sino mi vida identificada con el trabajo seguramente más de lo conveniente.
En mi trabajo, lo ya logrado y los sueños y proyectos ya comprometidos y comprometiendo a muchos otros, muere para mi una etapa de mi vida de una manera totalmente nueva en relación con las ‘otras pascuas’ vividas en tantas oportunidades a lo largo de mis 40 años de sacerdote, en tantos lugares distintos y tantas pastorales diferentes.
Ahora no soy el ‘misionero’ que con lágrimas pero pleno de salud emprende una nueva misión, en mucho semejante a las anteriores.
Ahora soy el ‘misionero’ que debe descubrir una forma nueva, renunciando a toda seguridad física y planificación posible, desde la incertidumbre total, de poder seguir sirviendo al Señor en los hermanos que Él quiera poner a mi cuidado, yo también enfermo.
Aquí hoy, he aceptado acompañar a unos hermanos religiosos sacerdotes de mi congregación ya mayores y enfermos. Una inesperada alza de temperatura me ha tenido en la incertidumbre de tener que viajar a internarme en el hospital dejándolos a ellos. Ya no es posible asegurar nada, cuando no se cuenta con salud segura. Del mismo modo he debido asegurar un reemplazante para bendecir el matrimonio de una pareja muy amiga que me lo ha pedido con tiempo, en caso de que mi salud no me lo permita, o simplemente ya no esté con vida para esa fecha.
Hay sin duda un cambio radical para alguien que a pesar de haber pasado por momentos de salud difíciles, siempre había salido adelante ‘0 km’.

Leía en los escritos del padre Esteban, que el gran desafío es alcanzar la ‘libertad’. Sin duda lo es también para mi, y en mi caso en liberarme en primer lugar de ese orgullo personal tan amarrado a mis éxitos pastorales ( obras y personas). “En mi fragilidad, enciende la llama de tu amor Señor...”, tarareaba hace algunas semanas...
Y en segundo lugar, más profundamente aun, ‘liberarme’ de mi seguridad en mi salud y capacidades humanas, que han sido mi sustento amarrándome a ellas, para quedar absolutamente libre y disponible sólo a lo que Dios quiera hacer en y por mi cada día.
Esperaba, de seguro ilusamente, que esta enfermedad me iba a acercar más al Señor, apartando de mi todas las tentaciones y fallas que me han dificultado a lo largo de mi vida una intimidad e identificación con Cristo: ‘ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mi’.
Debo reconocer que no me queda otro camino que el aceptar mi fragilidad, liberándome de toda expectativa orgullosa de conseguir desde mi, estar más unido e identificado con el Señor. Ahora comprendo que es Su regalo el invitarme a participar de Su Cruz, lo que me permitirá verdaderamente identificarme con Él.
Es Su regalo. ¿Seré capaz de recibirlo y mantenerlo?
Es mi camino para alcanzar esa LIBERTAD necesaria ahora para vivir una vida nueva desde mi enfermedad: avanzar en la santidad pedida por Dios a todos sus hijos.
No hay santidad sin disponibilidad, ni disponibilidad sin libertad.

Cuando todos imaginan que estoy cada momento en oración de petición, poniendo mi vida en las manos del Señor, debo reconocer que mi oración no parece haber mejorado, excepto tal vez en esa actitud interior de disponibilidad, de vivir, en esta nueva circunstancia de mi vida, ese voto de obediencia a la voluntad del Señor (desde la vida o desde mis hermanos), que hice en los albores de mi vida.
Cuando yo mismo pienso que debería estar en continua oración de acción de gracias al Señor por todo lo hermoso que estoy viviendo, constato que no es mucho el tiempo que le dedico a ello, y que a menudo incluso estoy en déficit con la oración comprometida como religiosos y sacerdote. Son tantos los que lo hacen por mi, que a menudo me avergüenzo ante mi mismo ... pero sin un cambio efectivo.

¿Qué me queda?
Tan sólo agradecer al Señor que es ÉL Quien sigue manteniendo la iniciativa en mi vida, en este camino de santidad al cual ÉL nos llama, y que finalmente no es sino un REGALO INMERECIDO posible con la única condición de ser plenamente LIBRES de nosotros mismos y de nuestras ataduras que nos encierran en nuestra casa impidiéndonos aprovechar esa oportunidad precisamente cuando el Novio llama a la puerta.

Ven SEÑOR JESÚS. Espero confiado en el Señor, cierto estoy de Su Palabra.

En mi fragilidad, enciende la llama de tu Amor, Señor...

Que día a día anhele el encuentro contigo en tu Cruz y mi Resurrección.

1 comentario:

Pedro Arellano dijo...

Gracias querido Miguel
vengo llegando de vacaciones, a encontrarme con esta temida locura citadina, y me encuentro con tu blog que me remitió mi amigo Gabriel Bunster.
Con tus comentarios me ayudas a llegar y saber que el Señor nos espera cada instante... en especial en esta ciudad de la que tantas veces quisiera arrancar.
Que el Señor te bendiga