“Por favor, si pueden quedarse un momento los responsables de grupos de la Comunidad, para tomar un acuerdo urgente..”, solicitó el animador a los fieles que se retiraban esa tarde de la Misa dominical.
Un grupo importante de responsables, y de fieles poco habituales en Misa, escuchó la consulta: “El consejo parroquial tiene determinado que sólo se pueda velar en la iglesia a los participantes habituales en la comunidad y a los hermanos indigentes. Todos nosotros sabemos la desgracia que ha ocurrido y muchos le conocimos cuando participó en la catequesis de confirmación... Sólo quiero consultar el parecer de la comunidad si se le puede recibir esta noche en nuestra capilla, como lo han pedido sus familiares y amigos”
Un largo silencio, seguido de diversas opiniones e interpretaciones, puso un tenso ambiente en medio del dolor y las lágrimas de sus amigos presentes. El sacerdote se apresuró a cerrar el debate: ‘todos concordamos que en este caso no faltamos a lo determinado por el consejo parroquial, acogiendo en nuestra comunidad a Raúl y sus deudos, ... como lo habría hecho el mismo Jesús’.
En pocos minutos la capilla de la comunidad se dispuso para acoger al hijo que regresaba a la Casa del Padre, en medio de varios cuestionamientos y el desconcierto de algunos de sus hermanos. Hacía algún buen tiempo que no estaba en medio de nosotros, luego de la catequesis. Sus amigos tampoco eran de los nuestros, en las canchas de fútbol y en las esquinas del barrio.
Con algunos de ellos había querido celebrar sus 20 años de vida. El 3er riel, lo abrazó con su carga mortal, cuando a consecuencias de algunos tragos de más, cayó sobre él tratando de ir al encuentro de otro de sus amigos.
Esta vez llevado por ellos mismos, pudimos recibirlo en nuestra casa, primero en respetuoso silencio y luego entre cantos de dolor y de esperanza. Toda la noche la comunidad hizo guardia orante junto a su familia y a sus fieles amigos de antes y ahora.
Algunos días después, una vecina realizó una novena para orar por su alma. Allí estuvieron ellos... algunos dejando ‘los porros’, para suplicar al Padre de la Misericordia por su amigo.
A la semana, fueron ellos los que pidieron reunirse nuevamente en la Iglesia para ofrecer una Misa por su descanso...
‘¡Hola padre! Resuena ahora en mis oídos el saludo de voces hasta ahora desconocidas, mientras pedaleo por el barro en mi bicicleta al caer la noche... como antaño aquellas otras voces, entrada ya lo noche, cruzando los rieles junto a la villa miseria de la Costanera del Río Bío-Bío ...
La llovizna intermitente tampoco es obstáculo para reunirme con ellos y bendecir ahora pintado de blanco, con un mensaje y una placa recordatorios, ese muro testigo de tantas noches vividas por ellos, noches por fuera ... y por dentro.
Y nuevamente, al mes de su partida, nuestra capilla de Natividad está siendo visitada, ya no por desconocidos, sino por esos hermanos nuestros, que Raúl quiso regresar junto con él a la Casa del Padre, a su casa y nuestra casa.
“Vengan a Mí, todos los que están agobiados .... carguen con mi yugo que es liviano...” ... “ ... Pónganle ropa nueva y calzados en sus pies... vamos a hacer fiesta, ... ...” porque estos hermanos nuestros estaban muertos y han vuelto a la vida... , resuena en nuestros oídos y en nuestro corazón el Evangelio de Jesús, nuestro Hermano, el Amigo de los jóvenes.
Morón Sur, Bs. Aires,
17 de junio de 2002.
viernes, 3 de abril de 2009
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