QUERIDO AHIJADO:
Cumplo con lo prometido como padrino y ‘abuelo’, para ti y para tu hijo.
La verdad es que siempre he sentido mucha alegría y satisfacción viendo tu preocupación por brindar una buena ‘formación’ a tus hijos. Lo volví a constatar el día de mi visita a casa.
Precisamente a partir de esta constatación es que me surgieron algunos comentarios que no era el momento ni había suficiente tiempo para compartirlos. Lo hago ahora en esta breves líneas:
1. la palabra que usamos frecuentemente de ‘formación’ para nuestros menores en casa, escuela o iglesia, no me satisface del todo: formar corresponde más bien al artesano que da forma a su obra, como él la sueña, o a su imagen propia... a menudo con el “formón”, cuando la materia es algo dura.
2. más me gusta y mejor me parece la palabra “EDUCAR” a nuestros menores. Palabra que viene del latín “e-ducere” que traducido literalmente significa : guiar (conducir) desde dentro hacia fuera.
3. Es la labor mejor significada por la palabra “sembrador” o “jardinero”: él NO DA FORMA a la planta cuya forma está en el PROYECTO PERSONAL DE DIOS PARA CADA UNO, IRREPETIBLE. Nosotros como sembradores, colocamos la semilla que EL nos regala en una tierra lo mejor posible y como jardineros la cuidamos aportándole a esa plantita todos los abonos, agüita, sol y calor ... todo el cariño... que podemos, para que ELLA CREZCA desarrollándose según su propia personalidad (forma y color ... adaptándose al clima siempre nuevo...), según el PROYECTO PERSONAL de DIOS para ELLA.
4. Somos pues, SÓLO SERVIDORES de una VIDA que NO nos pertenece; sino que se nos ha encomendado como un regalo con el que seremos felices, sólo en la medida en que alcance su DESARROLLO PROPIO, apoyada por los VALORES que el mismo Dios nos ha enseñado a nosotros los mayores, a lo largo de nuestra propia vida.
5. Nuestra misión sería más bien colaborar para que sea siempre una realidad ese lema : “fidelidad creativa o creatividad fiel” , recogiendo de lo antiguo y de lo nuevo, proponiendo lo probado y aprendiendo en el riesgo corrido, ... junto a ellos, para evitar caídas inútiles, aprender de las caídas y tropiezos propios de quien se arriesga, y ayudar a levantarse siempre, sin reproches inoportunos.
6. Recordar que “el que no se arriesga no cruza el río”, lo cual fue parte de mi experiencia en la selva... y también eso de que “no hay mal que por bien no venga” ...
7. unido a eso otro de “no temas ir despacio, sólo teme no avanzar” que vale especialmente en su primera parte, para los jóvenes; y en su segunda parte, especialmente para los mayores... aunque desgraciadamente he podido percibir que los jóvenes se están quedando, y somos los mayores los que a pesar de los años tenemos que mantener la creatividad.
8. Relacionado tal vez con estas últimas reflexiones, me preocupó algo que tiene que ver con el modo y la oportunidad de tus ‘llamadas de atención’ a tu hijo:
a) un tono tal vez demasiado duro, lo cual no pone en duda la firmeza de lo que uno quiera decir,
b) la oportunidad de hacerlo, en un momento en que estábamos compartiendo algo grato,
c) el hacérselo delante de todos los que estábamos allí: resto de la familia y yo, que aunque me sientas de la familia, estaba más bien como invitado.
d) Me recordé del consejo de Jesús: “Si tu hermano peca, anda y díselo en privado. Si no, llama a 2 o 3 testigos... y si no, ante toda la comunidad... y finalmente... si no, trátalo como a un extranjero.”
9. En síntesis:
a) mano firme, siempre respaldada con el “testimonio personal” que avale tus palabras,
b) con el cariño que no debilite la fortaleza, y con la fortaleza que no opaque el cariño...
c) anunciando el evangelio ‘con oportunidad o sin ella’ pero cuidando siempre que sea en la mejor oportunidad, si se puede escoger, ... para que sea bien acogido...
d) y sobre todo cuidando que la persona que recibe la corrección o sugerencia no se sienta humillada; sino al contrario valorada en su capacidad de crecer, desde una actitud humilde, base de toda maduración, y agradecida por el amor-cuidado recibido, ... ... que a lo más pueda decir: ‘no me quiera tanto...’,
e) sirviendo al despliegue de su personalidad en toda su riqueza programada por un Dios, que aunque no lo percibamos, nunca está ausente de nosotros,
f) y como la planta bien cuidada por el sembrador, con un amor que sabe olvidarse de si mismo, incluso de sus propios proyectos y sueños respecto a ella.
10. Relacionado con la letra e) anterior, creo que es bueno aunque nada fácil, plantearnos lo siguiente:
· La POSICIÓN de muchos jóvenes con respecto a Dios y a la Iglesia, creo que hay que aceptarla como una posición del momento de su crecimiento, que no ha sido siempre, ni tiene por qué serlo definitivamente.
· ¿A qué podría deberse? En primer lugar a un proceso de a veces largo tránsito entre una niñez, aceptando todo lo que los mayores nos plantean sea por cariño a ellos o por temor, o por ambas cosas a la vez.., pasando por la adolescencia, espacio duro de recorrer, para llegar a ser ‘uno mismo’ en la adultez.
· En segundo lugar a la(s) experiencia(s) a veces hasta contradictorias que van teniendo, queriendo salir del nido, al enfrentarse a los padres, los profesores y a los curas y adultos de la iglesia. Espontáneamente están impulsados a apartarse de ellos, al menos mientras no se sientan seguros de sí mismos,
· más aún si les presentamos una religión y/o un Dios ajeno a su vida de joven, que aparece como celoso de su felicidad, más aun un juez castigador y condenador de todo lo que resulta atractivo para ellos, muy distante de ser un padre comprensivo y capaz de perdonar, que sabe observar, escuchar, comprender, proponer, y finalmente perdonar.
· La imagen cercana o distanciadora de Dios estará muy marcada por la imagen que les propongamos a ellos con nuestras actitudes de padres, profesores o curas y adultos en la iglesia; pero sobre todo por la de sus papá, padrino, profesor varón, hermano mayor, … aunque cada vez más va jugando este rol también el sexo femenino, al ir descubriéndose en la Biblia el rostro paterno-materno de Dios.
· La esperanza es que en la medida en que va llegando la seguridad y confianza en sí mismo propia de una adultez ( que en nuestra cultura demora cada vez más en llegar, al contrario del desarrollo físico genital), ... y en que estas imágenes ya señaladas acercándoles a Dios no les hayan sido traumatizantes,… ellos puedan descubrir personalmente a ese verdadero Dios de Jesucristo, que es Padre muy exigente consigo mismo en su entrega de amor, comprensión y perdón,… y lo espera igualmente de nosotros, como sus hijos fieles y leales.
Perdona lo larga de esta reflexión, que espero que te sirva a ti y a otros, comenzando por tu esposa, y continuando también por tus hijos ahora y cuando les toque a ellos ‘educar a sus hijos-tus nietos’ que no será en muchos años más … y ojalá para muchos otros, ..... como también me ha servido a mi.
Puedes compartir con tus hijos lo que quieras de esta carta.
Tu padrino y hermano
MIGUEL ESTEBAN sscc.
Desde Viña del Mar, Febrero del 2009.
jueves, 19 de febrero de 2009
jueves, 12 de febrero de 2009
HOY-AQUÍ, ... ¿HA CAMBIADO ALGO EN MI?
En la terraza del 9º piso de un edificio en la ribera del Marga-Marga, que 60 años atrás inundara la casa que compartía con papás y hermano, HOY me pregunto: ¿qué ha cambiado en mi vida?
Hace precisamente 4 meses en que los médicos me pidieron optar frente al descubrimiento de un cáncer en el páncreas, inoperable y muy agresivo: a)intervenir para permitir unos 3 a 6 meses llevaderos de sobre vivencia humana, o bien: b)‘jugar a ganador’ iniciando de inmediato una terapia que pudiera en el mejor de los casos retrasar el avance del tumor y el final de mi vida por algunos meses más.
Aconsejado por mi hermano y algunos médicos, cambié la decisión que ya había asumido por la opción primera, y acepté la segunda: ‘jugar a ganador’,
Opté más bien, en dejar mi vida en las manos del Señor de la Vida, confiando en su acompañamiento fiel durante el tiempo que me quisiera dar aun aquí, confiando en la intercesión del padre Esteban sscc, y en la oración de mis hermanos y fieles amigos.
Confiando también que en el momento de mi partida, al decir ‘misión cumplida’, podría contar como siempre con Su misericordia por lo mal hecho, y en que Él, a través de otros continuaría tantos desafíos pastorales pendientes ..., y mejor que yo.
Al cumplirse 4 meses habiendo podido celebrar las fiestas de Año Nuevo 2009, y recibidos los exámenes médicos que señalan no sólo una detención sino un retroceso poco explicable de los índices cancerígenos, a no ser por “tener santos en la corte” como me lo señaló mi médico de cabecera, aquí en este lugar me pregunto: ¿qué ha cambiado en mi vida?
A los pocos días de recibir el diagnóstico terminal, asumí el estar disponible – con la confianza puesta en el Amigo siempre Fiel – para “estar donde ÉL quiera, haciendo lo que ÉL quiera, y hasta cuando ÉL quiera”.
No me ha sido fácil asumir esta disponibilidad en la práctica, al tener que aceptar – viendo llegar a la parroquia en el Sur, las cajas de mi reemplazante – que debía dejar en manos de otro tantos desafíos y personas que habían conquistado mi vida desde el corazón. Que a pesar de mi estado de salud milagroso gracias al cariño y a la oración inesperada de tantos y tantas, de distintos lugares e iglesias cristianas, ... debía seguir ‘con el mazo dando’, con el tratamiento médico ... y necesariamente en la capital.
El robo de mi computador portátil, hace una semana al subir al metro santiaguino, perdiendo con él toda la información administrativa y pastoral de la parroquia del sur, junto a todos los contactos con mi ‘familia grande’: hermanos, ahijados, hijos adoptivos y amigos ... lo he podido percibir como un llamado y un regalo del Señor – nada fácil de recibir – a dejarlo todo en sus manos y en las de quienes Él quiera confiar no sólo mi trabajo, sino mi vida identificada con el trabajo seguramente más de lo conveniente.
En mi trabajo, lo ya logrado y los sueños y proyectos ya comprometidos y comprometiendo a muchos otros, muere para mi una etapa de mi vida de una manera totalmente nueva en relación con las ‘otras pascuas’ vividas en tantas oportunidades a lo largo de mis 40 años de sacerdote, en tantos lugares distintos y tantas pastorales diferentes.
Ahora no soy el ‘misionero’ que con lágrimas pero pleno de salud emprende una nueva misión, en mucho semejante a las anteriores.
Ahora soy el ‘misionero’ que debe descubrir una forma nueva, renunciando a toda seguridad física y planificación posible, desde la incertidumbre total, de poder seguir sirviendo al Señor en los hermanos que Él quiera poner a mi cuidado, yo también enfermo.
Aquí hoy, he aceptado acompañar a unos hermanos religiosos sacerdotes de mi congregación ya mayores y enfermos. Una inesperada alza de temperatura me ha tenido en la incertidumbre de tener que viajar a internarme en el hospital dejándolos a ellos. Ya no es posible asegurar nada, cuando no se cuenta con salud segura. Del mismo modo he debido asegurar un reemplazante para bendecir el matrimonio de una pareja muy amiga que me lo ha pedido con tiempo, en caso de que mi salud no me lo permita, o simplemente ya no esté con vida para esa fecha.
Hay sin duda un cambio radical para alguien que a pesar de haber pasado por momentos de salud difíciles, siempre había salido adelante ‘0 km’.
Leía en los escritos del padre Esteban, que el gran desafío es alcanzar la ‘libertad’. Sin duda lo es también para mi, y en mi caso en liberarme en primer lugar de ese orgullo personal tan amarrado a mis éxitos pastorales ( obras y personas). “En mi fragilidad, enciende la llama de tu amor Señor...”, tarareaba hace algunas semanas...
Y en segundo lugar, más profundamente aun, ‘liberarme’ de mi seguridad en mi salud y capacidades humanas, que han sido mi sustento amarrándome a ellas, para quedar absolutamente libre y disponible sólo a lo que Dios quiera hacer en y por mi cada día.
Esperaba, de seguro ilusamente, que esta enfermedad me iba a acercar más al Señor, apartando de mi todas las tentaciones y fallas que me han dificultado a lo largo de mi vida una intimidad e identificación con Cristo: ‘ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mi’.
Debo reconocer que no me queda otro camino que el aceptar mi fragilidad, liberándome de toda expectativa orgullosa de conseguir desde mi, estar más unido e identificado con el Señor. Ahora comprendo que es Su regalo el invitarme a participar de Su Cruz, lo que me permitirá verdaderamente identificarme con Él.
Es Su regalo. ¿Seré capaz de recibirlo y mantenerlo?
Es mi camino para alcanzar esa LIBERTAD necesaria ahora para vivir una vida nueva desde mi enfermedad: avanzar en la santidad pedida por Dios a todos sus hijos.
No hay santidad sin disponibilidad, ni disponibilidad sin libertad.
Cuando todos imaginan que estoy cada momento en oración de petición, poniendo mi vida en las manos del Señor, debo reconocer que mi oración no parece haber mejorado, excepto tal vez en esa actitud interior de disponibilidad, de vivir, en esta nueva circunstancia de mi vida, ese voto de obediencia a la voluntad del Señor (desde la vida o desde mis hermanos), que hice en los albores de mi vida.
Cuando yo mismo pienso que debería estar en continua oración de acción de gracias al Señor por todo lo hermoso que estoy viviendo, constato que no es mucho el tiempo que le dedico a ello, y que a menudo incluso estoy en déficit con la oración comprometida como religiosos y sacerdote. Son tantos los que lo hacen por mi, que a menudo me avergüenzo ante mi mismo ... pero sin un cambio efectivo.
¿Qué me queda?
Tan sólo agradecer al Señor que es ÉL Quien sigue manteniendo la iniciativa en mi vida, en este camino de santidad al cual ÉL nos llama, y que finalmente no es sino un REGALO INMERECIDO posible con la única condición de ser plenamente LIBRES de nosotros mismos y de nuestras ataduras que nos encierran en nuestra casa impidiéndonos aprovechar esa oportunidad precisamente cuando el Novio llama a la puerta.
Ven SEÑOR JESÚS. Espero confiado en el Señor, cierto estoy de Su Palabra.
En mi fragilidad, enciende la llama de tu Amor, Señor...
Que día a día anhele el encuentro contigo en tu Cruz y mi Resurrección.
Hace precisamente 4 meses en que los médicos me pidieron optar frente al descubrimiento de un cáncer en el páncreas, inoperable y muy agresivo: a)intervenir para permitir unos 3 a 6 meses llevaderos de sobre vivencia humana, o bien: b)‘jugar a ganador’ iniciando de inmediato una terapia que pudiera en el mejor de los casos retrasar el avance del tumor y el final de mi vida por algunos meses más.
Aconsejado por mi hermano y algunos médicos, cambié la decisión que ya había asumido por la opción primera, y acepté la segunda: ‘jugar a ganador’,
Opté más bien, en dejar mi vida en las manos del Señor de la Vida, confiando en su acompañamiento fiel durante el tiempo que me quisiera dar aun aquí, confiando en la intercesión del padre Esteban sscc, y en la oración de mis hermanos y fieles amigos.
Confiando también que en el momento de mi partida, al decir ‘misión cumplida’, podría contar como siempre con Su misericordia por lo mal hecho, y en que Él, a través de otros continuaría tantos desafíos pastorales pendientes ..., y mejor que yo.
Al cumplirse 4 meses habiendo podido celebrar las fiestas de Año Nuevo 2009, y recibidos los exámenes médicos que señalan no sólo una detención sino un retroceso poco explicable de los índices cancerígenos, a no ser por “tener santos en la corte” como me lo señaló mi médico de cabecera, aquí en este lugar me pregunto: ¿qué ha cambiado en mi vida?
A los pocos días de recibir el diagnóstico terminal, asumí el estar disponible – con la confianza puesta en el Amigo siempre Fiel – para “estar donde ÉL quiera, haciendo lo que ÉL quiera, y hasta cuando ÉL quiera”.
No me ha sido fácil asumir esta disponibilidad en la práctica, al tener que aceptar – viendo llegar a la parroquia en el Sur, las cajas de mi reemplazante – que debía dejar en manos de otro tantos desafíos y personas que habían conquistado mi vida desde el corazón. Que a pesar de mi estado de salud milagroso gracias al cariño y a la oración inesperada de tantos y tantas, de distintos lugares e iglesias cristianas, ... debía seguir ‘con el mazo dando’, con el tratamiento médico ... y necesariamente en la capital.
El robo de mi computador portátil, hace una semana al subir al metro santiaguino, perdiendo con él toda la información administrativa y pastoral de la parroquia del sur, junto a todos los contactos con mi ‘familia grande’: hermanos, ahijados, hijos adoptivos y amigos ... lo he podido percibir como un llamado y un regalo del Señor – nada fácil de recibir – a dejarlo todo en sus manos y en las de quienes Él quiera confiar no sólo mi trabajo, sino mi vida identificada con el trabajo seguramente más de lo conveniente.
En mi trabajo, lo ya logrado y los sueños y proyectos ya comprometidos y comprometiendo a muchos otros, muere para mi una etapa de mi vida de una manera totalmente nueva en relación con las ‘otras pascuas’ vividas en tantas oportunidades a lo largo de mis 40 años de sacerdote, en tantos lugares distintos y tantas pastorales diferentes.
Ahora no soy el ‘misionero’ que con lágrimas pero pleno de salud emprende una nueva misión, en mucho semejante a las anteriores.
Ahora soy el ‘misionero’ que debe descubrir una forma nueva, renunciando a toda seguridad física y planificación posible, desde la incertidumbre total, de poder seguir sirviendo al Señor en los hermanos que Él quiera poner a mi cuidado, yo también enfermo.
Aquí hoy, he aceptado acompañar a unos hermanos religiosos sacerdotes de mi congregación ya mayores y enfermos. Una inesperada alza de temperatura me ha tenido en la incertidumbre de tener que viajar a internarme en el hospital dejándolos a ellos. Ya no es posible asegurar nada, cuando no se cuenta con salud segura. Del mismo modo he debido asegurar un reemplazante para bendecir el matrimonio de una pareja muy amiga que me lo ha pedido con tiempo, en caso de que mi salud no me lo permita, o simplemente ya no esté con vida para esa fecha.
Hay sin duda un cambio radical para alguien que a pesar de haber pasado por momentos de salud difíciles, siempre había salido adelante ‘0 km’.
Leía en los escritos del padre Esteban, que el gran desafío es alcanzar la ‘libertad’. Sin duda lo es también para mi, y en mi caso en liberarme en primer lugar de ese orgullo personal tan amarrado a mis éxitos pastorales ( obras y personas). “En mi fragilidad, enciende la llama de tu amor Señor...”, tarareaba hace algunas semanas...
Y en segundo lugar, más profundamente aun, ‘liberarme’ de mi seguridad en mi salud y capacidades humanas, que han sido mi sustento amarrándome a ellas, para quedar absolutamente libre y disponible sólo a lo que Dios quiera hacer en y por mi cada día.
Esperaba, de seguro ilusamente, que esta enfermedad me iba a acercar más al Señor, apartando de mi todas las tentaciones y fallas que me han dificultado a lo largo de mi vida una intimidad e identificación con Cristo: ‘ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mi’.
Debo reconocer que no me queda otro camino que el aceptar mi fragilidad, liberándome de toda expectativa orgullosa de conseguir desde mi, estar más unido e identificado con el Señor. Ahora comprendo que es Su regalo el invitarme a participar de Su Cruz, lo que me permitirá verdaderamente identificarme con Él.
Es Su regalo. ¿Seré capaz de recibirlo y mantenerlo?
Es mi camino para alcanzar esa LIBERTAD necesaria ahora para vivir una vida nueva desde mi enfermedad: avanzar en la santidad pedida por Dios a todos sus hijos.
No hay santidad sin disponibilidad, ni disponibilidad sin libertad.
Cuando todos imaginan que estoy cada momento en oración de petición, poniendo mi vida en las manos del Señor, debo reconocer que mi oración no parece haber mejorado, excepto tal vez en esa actitud interior de disponibilidad, de vivir, en esta nueva circunstancia de mi vida, ese voto de obediencia a la voluntad del Señor (desde la vida o desde mis hermanos), que hice en los albores de mi vida.
Cuando yo mismo pienso que debería estar en continua oración de acción de gracias al Señor por todo lo hermoso que estoy viviendo, constato que no es mucho el tiempo que le dedico a ello, y que a menudo incluso estoy en déficit con la oración comprometida como religiosos y sacerdote. Son tantos los que lo hacen por mi, que a menudo me avergüenzo ante mi mismo ... pero sin un cambio efectivo.
¿Qué me queda?
Tan sólo agradecer al Señor que es ÉL Quien sigue manteniendo la iniciativa en mi vida, en este camino de santidad al cual ÉL nos llama, y que finalmente no es sino un REGALO INMERECIDO posible con la única condición de ser plenamente LIBRES de nosotros mismos y de nuestras ataduras que nos encierran en nuestra casa impidiéndonos aprovechar esa oportunidad precisamente cuando el Novio llama a la puerta.
Ven SEÑOR JESÚS. Espero confiado en el Señor, cierto estoy de Su Palabra.
En mi fragilidad, enciende la llama de tu Amor, Señor...
Que día a día anhele el encuentro contigo en tu Cruz y mi Resurrección.
viernes, 6 de febrero de 2009
UN NIÑO SE ME ACERCÓ, AQUELLA TARDE....
La imprevista suspensión de una reunión de papás y mamás de la catequesis familiar, me permitía volver a casa más temprano, cuando aún la luz del sol poniente iluminaba las calles a mi paso.
Nada se interponía al avance tranquilo de mi moto. Al cruzar una esquina sin embargo, el casco protector sobre mi cabeza, no pudo impedir que mi mirada se volteara para acoger la figura de un pequeño, apenas aprendiendo a caminar, avanzando por el centro de la calle, dejándose guiar tan sólo por la línea blanca allí pintada.
Mis reflejos operaron espontáneos. La moto, con su intermitentes encendidos, quedó en el cruce bloqueando el camino... mientras yo, cambiando de objetivo, encaminé ahora mis pasos vacilantes al encuentro de quién en medio de una calle solitaria, al caer la tarde, me salía al paso.
Temeroso de asustarlo con mi imagen de astronauta con casco y guantes, sólo atiné a levantar el visor y liberar mi derecha para ofrecerle mi mano. Con la misma confianza con que avanzaba por el medio de la calle, el niño musitando palabras en su lenguaje propio incomprensible para los adultos, pero no para los niños y para quienes tengan un corazón de niños, me dio su mano invitándome a caminar con él.
Sólo atiné, como siempre y sólo sabemos hacer los adultos, a desviarlo de su caminar libre para llevarlo yo hacia la vereda, ciertamente más segura para todos.
Era tan sólo un niño..., dando recién sus primeros pasos, solitario en medio de la calle..., pero con la fuerza suficiente para interponerse a mi paso, e invitarme a hacer un alto en medio de mi camino.
Era tan sólo un niño..., con un llavero en su mano, y una llave inútil para abrir la puerta de una casa perdida... pero no para abrir mi corazón..., y luego el de otros transeúntes que alertados por los intermitentes de mi moto detenida en el cruce supieron también romper la urgencia de sus destinos, para dejarse cuestionar por ‘tan sólo un niño’.
Un vecino, finalmente asumió la tarea de hacerse cargo de la misión de buscar la cerradura de la puerta correspondiente a la llave mantenida en su mano por el niño, que le permitiera reencontrar al menos su casa, y ojalá su propio hogar.
Por mi parte, regresé hasta mi moto detenida con el motor andando en el cruce de las calles ... y al hacer los cambios para en reemprender mi camino, pude comprobar que ese pequeño niño con su llave en una mano y la otra libre para tomar la mía, había hecho él un cambio en mi vida, logrando entreabrir nuevamente la puerta de un corazón que los años, los caminos recorridos por serranías y valles, y una prematura vejez, estaban cerrando sin duda antes de tiempo.
GRACIAS una vez más, SEÑOR Amigo siempre FIEL, porque sin cansarte nunca, nuevamente quisiste salirme al paso en el atardecer de mi día.
Desde un cruce en mi camino, sencillo y sin interponerte, tan sólo como un niño, Tú me llamaste y te acercaste a mí, para hacer renacer ese amor primero que un día, hace ya muchos años, siendo yo mismo tan sólo un niño, Tú sembraste e hiciste crecer en mi corazón.
Danos Señor mantener en nosotros siempre vivo, alegre y refrescante, ese corazón de niño, necesario para poder entrar en sintonía contigo y reconocerte siempre, pero especialmente cuando Tú sabes acercarte a nosotros como niño, desde los niños, de regreso a casa, al caer el sol de nuestra tarde.
MIGUEL ESTEBAN sscc.
[Talcahuano, Chile, 09,30 hrs., día 05 de Noviembre de 1998]
Nada se interponía al avance tranquilo de mi moto. Al cruzar una esquina sin embargo, el casco protector sobre mi cabeza, no pudo impedir que mi mirada se volteara para acoger la figura de un pequeño, apenas aprendiendo a caminar, avanzando por el centro de la calle, dejándose guiar tan sólo por la línea blanca allí pintada.
Mis reflejos operaron espontáneos. La moto, con su intermitentes encendidos, quedó en el cruce bloqueando el camino... mientras yo, cambiando de objetivo, encaminé ahora mis pasos vacilantes al encuentro de quién en medio de una calle solitaria, al caer la tarde, me salía al paso.
Temeroso de asustarlo con mi imagen de astronauta con casco y guantes, sólo atiné a levantar el visor y liberar mi derecha para ofrecerle mi mano. Con la misma confianza con que avanzaba por el medio de la calle, el niño musitando palabras en su lenguaje propio incomprensible para los adultos, pero no para los niños y para quienes tengan un corazón de niños, me dio su mano invitándome a caminar con él.
Sólo atiné, como siempre y sólo sabemos hacer los adultos, a desviarlo de su caminar libre para llevarlo yo hacia la vereda, ciertamente más segura para todos.
Era tan sólo un niño..., dando recién sus primeros pasos, solitario en medio de la calle..., pero con la fuerza suficiente para interponerse a mi paso, e invitarme a hacer un alto en medio de mi camino.
Era tan sólo un niño..., con un llavero en su mano, y una llave inútil para abrir la puerta de una casa perdida... pero no para abrir mi corazón..., y luego el de otros transeúntes que alertados por los intermitentes de mi moto detenida en el cruce supieron también romper la urgencia de sus destinos, para dejarse cuestionar por ‘tan sólo un niño’.
Un vecino, finalmente asumió la tarea de hacerse cargo de la misión de buscar la cerradura de la puerta correspondiente a la llave mantenida en su mano por el niño, que le permitiera reencontrar al menos su casa, y ojalá su propio hogar.
Por mi parte, regresé hasta mi moto detenida con el motor andando en el cruce de las calles ... y al hacer los cambios para en reemprender mi camino, pude comprobar que ese pequeño niño con su llave en una mano y la otra libre para tomar la mía, había hecho él un cambio en mi vida, logrando entreabrir nuevamente la puerta de un corazón que los años, los caminos recorridos por serranías y valles, y una prematura vejez, estaban cerrando sin duda antes de tiempo.
GRACIAS una vez más, SEÑOR Amigo siempre FIEL, porque sin cansarte nunca, nuevamente quisiste salirme al paso en el atardecer de mi día.
Desde un cruce en mi camino, sencillo y sin interponerte, tan sólo como un niño, Tú me llamaste y te acercaste a mí, para hacer renacer ese amor primero que un día, hace ya muchos años, siendo yo mismo tan sólo un niño, Tú sembraste e hiciste crecer en mi corazón.
Danos Señor mantener en nosotros siempre vivo, alegre y refrescante, ese corazón de niño, necesario para poder entrar en sintonía contigo y reconocerte siempre, pero especialmente cuando Tú sabes acercarte a nosotros como niño, desde los niños, de regreso a casa, al caer el sol de nuestra tarde.
MIGUEL ESTEBAN sscc.
[Talcahuano, Chile, 09,30 hrs., día 05 de Noviembre de 1998]
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